La CIENCIA tras la creencia en DIOS: una historia compleja de tensión pero también de relación mutua para explicar lo imposible
Ha muerto el Papa Francisco. Y ahora volveremos al eterno debate entre ciencia y religión. ¿Una relación imposible llena de tensión? ¿O ha tenido también etapas de coexistencia e influencia mutua? Hablemos de ello.

La CIENCIA tras la creencia en DIOS: una historia compleja de tensión pero también de relación mutua para explicar aquello imposible
El caso de Galileu Galilei, condenado por la Inquisición en 1633 por defender el heliocentrismo, ha estado a menudo interpretado como el símbolo de un conflicto entre razón y fe. Pero esta lectura puede simplificar en exceso una relación más rica y matizada, y es que muchos científicos y pensadores creen que ciencia y religión no son campos rivales, sino maneras complementarias de responder preguntas: el “como” del mundo y el “porque” de la existencia. Así lo defiende Stephen Jay Gould con el concepto de “magisterias no superpuestas” (non-overlapping magisteria) [1], que propone que ciencia y religión tratan ámbitos diferentes del conocimiento humano.
La religión en los orígenes de la ciencia
Es fácil olvidar que la ciencia moderna nació, en parte, en contextos profundamente religiosos. Isaac Newton, considerado padre de la física moderna, era también un hombre profundamente religioso que dedicó más tiempo al estudio de la Biblia que a la matemática. Para él, descubrir las leyes naturales era una manera de comprender la mente de Dios [2]. Muchos científicos del Renacimiento y la Ilustración creían que el universo funcionaba según un orden racional establecido por un creador. Esta confianza en el orden y la lógica facilitó la adopción del método científico como herramienta para descifrar este “libro de la naturaleza”, como lo llamó Galileo.
Científicos creyentes: una realidad a menudo ignorada
Es un tópico pensar que la religión es cosa del pasado entre científicos. De hecho, una encuesta realizada por Pew Research Center (2009) mostró que el 33% de los científicos norteamericanos creen en Dios, y un 18% creen en un “espíritu universal” [3]. Uno de los casos más conocidos es el del genetista Francis S. Collins, director del Proyecto Genoma Humano y posteriormente de los National Institutes of Health (NIH). En su libro The Language of God (2006), Collins explica cómo pasó del ateísmo a la fe cristiana y como su trabajo científico refuerza su creencia en un Dios creador y ordenador [4]. Collins no ve ninguna contradicción entre la evolución darwiniana y la fe cristiana. De hecho, defiende una postura denominada evolución teísta, que acepta la evidencia científica de la evolución mientras mantiene que Dios juega un papel fundamental como origen y guía del proceso.
El universo: ¿creación divina o accidente?
Una de las áreas donde el debate entre ciencia y religión es más intenso es la cosmología. La teoría del Big Bang, actualmente la mejor explicación científica del origen del universo, fue propuesta por Georges Lemaître, un sacerdote católico y físico belga, en los años 1920. Lemaître hablaba de un “átomo primitivo” como punto de partida de la expansión cósmica [5], teoría que ha sido interpretada por algunos como una posible alusión a la creación ex nihilo (a partir de la nada), una idea fundamental en muchas tradiciones religiosas. Así, la ciencia se limita a explicar los procesos físicos que pueden haber tenido lugar después del Big Bang, mientras que la pregunta de por qué hay alguna cosa en lugar de nada resto filosófico y teológico.
Como escribió el físico Stephen Hawking a En Brief History of Time (1988): “Si descubrimos una teoría completa [del universo], tendría que ser comprensible en sus principios generales para todo el mundo, y entonces todos podríamos hablar sobre por qué el universo existe. Si lo descubrimos, sería el triunfo definitivo de la razón humana, porque entonces conoceríamos la mente de Dios.” [6]
La neurociencia de la fe
En las últimas décadas, la ciencia ha empezado a estudiar la fe y la espiritualidad desde un punto de vista neurológico. Investigadores como Andrew Newberg, autor de How God Changes Your Brain (2009), han analizado cómo la meditación, la plegaria y las experiencias religiosas afectan a la actividad cerebral [7].
Los estudios indican que prácticas religiosas pueden tener efectos positivos sobre la salud mental y física: reducen el estrés, mejoran la resiliencia emocional y aumentan la sensación de bienestar. Datos que no prueban la existencia de Dios, pero sugieren que la religión cumple funciones psicológicas importantes. De la misma manera, algunos científicos como Sam Harris argumentan que estas experiencias espirituales pueden ser reproducidas sin apelar a ninguna entidad divina, mediante técnicas de meditación laica o psicodélicos.
¿Dos ventanas al mismo misterio?
La ciencia busca entender cómo funciona el universo mediante la observación y la experimentación. La religión, en cambio, intenta dar sentido a nuestra existencia y establecer valores y significados. A pesar de los puntos de fricción históricos, cada vez más voces defienden una relación dialogante entre ambas.
Como dijo el biólogo evolutivo Theodosius Dobzhansky, profundamente religioso: “Nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la evolución”... pero también sostuvo que la evolución era la herramienta utilizada por Dios para crear la vida [8].
Quizás el futuro del pensamiento humano no pasará por escoger entre ciencia o fe, sino por encontrar una nueva manera de entenderlas como dos formas de responder al eterno misterio de la existencia.
Referencias
- Gould, S. J. (1999). Rocks of Ages: Science and Religion in the Fullness of Life.
- Westfall, R. S. (1980). Never at Ristre: A Biography of Isaac Newton.
- Pew Research Center (2009). Scientists and Belief.
- Colinos, F. S. (2006). The Language of God: En Scientist Presents Evidence for Belief.
- Kragh, H. (1996). Cosmology and Controversy: The Historical Development of Two Theories of the Universe.
- Hawking, S. (1988). A Brief History of Time.
- Newberg, A., & Waldman, M. R. (2009). How God Changes Your Brain.
- Dobzhansky, T. (1973). The American Biology Teacher.