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En Irán y Afganistán, el uso del velo islámico es una obligación a la que deben someterse todas las mujeres y aquellas que no los visten son sometidas a diversas sanciones que van desde cuantiosas multas hasta encarcelamientos y latigazos. También es indispensable llevarlo para vivir en el norte de Mali, varias regiones del centro-este y sureste de Somalia y el oeste de Yemen, gobernados por Al Qaeda (desde 2011), por Al-Shabaab (desde 2012) y por los hutíes (desde el 2014). En el pasado, hubo otros países cuyos gobiernos también imponían esta prenda, caso de Pakistán, Arabia Saudí o Sudán, pero dicha obligación fue abolida. En Marruecos, Túnez o Turquía aún lo usan por motivos religiosos o presión familiar, mientras que gobiernos como el de Gaza, en Palestina, lo promueven, aunque no hay castigos severos para las mujeres que deciden no llevarlo. En Europa, a medida que la migración musulmana se ha ido generalizando, el debate se centra en si debe primar la libertad religiosa que todos los países practican o los valores de igualdad de la mujer conquistados en el último siglo a base de sangre, sudor y lágrimas. Francia es el país de la UE con mayor porcentaje de población islámica y fue el primero en prohibir el uso del niqab en espacios públicos, así como la utilización de otros símbolos religiosos. El veto del velo integral entró en vigor en abril de 2011, aunque su uso ya estaba vetado desde el año 2004 en las escuelas estatales. Bélgica, Países Bajos, Dinamarca, Austria, Alemania, Italia y otros países del viejo continente también tienen leyes o reglamentos para establecer dónde y qué tipos de prendas que cubren el rostro o la cabeza pueden usarse y en qué espacios. En Lleida, el alcalde socialista Àngel Ros aprobó en un pleno municipal del 2010 que “entrar y permanecer con vestimentas como el burka o el niqab en los edificios públicos” estaría prohibido, convirtiéndose en el primer ayuntamiento de todo el estado en regular el uso de esta prenda. El Tribunal Supremo revocó este acuerdo del pleno tres años después, argumentando que corresponde a la istración central tal potestad. En ese momento, el Parlament de Catalunya barajó la posibilidad de abordar un marco legal propio, pero de él nunca más se supo. Ahora, Junts vuelve a poner sobre la mesa la controversia, que tarde o temprano deberá tratarse. Resulta evidente que el burka ha de estar prohibido en cualquier ámbito porque es del todo intolerable que, amparándose en la libertad religiosa, se permita denigrar a las mujeres en un estado aconfesional y democrático. Ahí no habría discrepancias notables. En cuanto al resto de velos que no cubren la cara, ya entraríamos en terrenos más sensibles en los que habría que preservar los derechos de igualdad consolidados en el mundo occidental sin socavar la libertad religiosa en según qué espacios.

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