La luz, servicio esencial antes que negocio
El apagón masivo del pasado lunes evidenció que una sociedad tan avanzada como la nuestra retrocede hasta muy atrás en el túnel del tiempo si falla el suministro eléctrico. Y por si fuera poco, se produjo cuando hay más fuentes de energía que nunca, lo que resulta una paradoja. Seis días después, todavía no se han aclarado las causas, y todo apunta a que seguiremos así durante un tiempo. Mientras, diversos ayuntamientos de Lleida han empezado a buscar alternativas para poder mantener al menos los servicios básicos en caso de un nuevo episodio como este, aprovechando las instalaciones fotovoltaicas de las que disponen. Así, Castelló de Farfanya analiza la posibilidad de que los es fotovoltaicos que abastecen a sus edificios públicos y a 35 vecinos puedan funcionar como una “isla” al margen de la red general, y Els Alamús y Bellpuig estudian incorporar baterías. Habrá que ver cómo se acaban concretando este tipo de proyectos, pero de momento la tecnología actual solo permite que sean soluciones muy limitadas, porque las placas solares no generan energía de noche, por razones obvias, y el desarrollo de las baterías está a años luz de poder garantizar que acumulen suficiente electricidad más allá de abastecer a una casa, un negocio o un local durante unas horas. Dicho todo esto, sí está cada vez más claro, a tenor de lo que señalan diversos expertos, que el problema no son las renovables, sino la falta de inversión en los mecanismos de estabilización que protejan a la red básica de las oscilaciones en la demanda y, sobre todo, la oferta de energía, ya que la fotovoltaica no se adapta a la primera, sino que se produce mucha si hace sol –especialmente en primavera, cuando las temperaturas no se han disparado–, nada si es de noche o menos si hay nubes. Instalar estos sistemas requiere de una inversión que las operadoras del sector, con beneficios multimillonarios, no han hecho, por lo que es hora de que lo hagan. En una sociedad capitalista es totalmente razonable que las empresas busquen la rentabilidad; sin embargo, lo que no puede hacerse es primar este aspecto frente al de asegurar un servicio que es esencial para todos los ciudadanos.
Riego en zepas
Una de las cuestiones polémicas que surgió durante la construcción y la puesta en marcha del canal Segarra-Garrigues fue la exclusión del riego de sectores que estaban clasificados como zona de especial protección de las aves (zepa). Ahora, la comunidad del Canalet de Tàrrega servirá de banco de pruebas para el riego de fincas que están dentro de estas áreas, con el objetivo de ampliarlo a un total de 6.000 hectáreas del canal principal. Es un paso en la buena dirección.